El artículo, de tono poético, conmemora el aniversario del fallecimiento de Violeta Parra, recordando principalmente los potentes versos de sus canciones destacando su dimensión universal. A modo de homenaje literario el escritor termina su artículo diciendo: “pajarillo de los sederos que llevan a la esperanza, locera milagrosa, señora de los angelitos, madre de Chile, hermana nuestra. Violeta perenne de nuestros campos”.
El texto está ilustrado con dos fotografías, una de Violeta Parra de perfil; y otra de su tumba en el Cementerio General.